lunes, septiembre 12, 2005

sEpTiEmbRe, luNes dOce

Un año.

Tan poca, tanta, vida entre dos septiembres.

Ni origen, ni destino. Sólo camino y compañero dan al viaje sentido.

Última estación. Me quedo en tierra.

Bajo ella.



Los mejores deseos para mis queridos amigos de la blogosfera, en el día en que todo acaba. No os olvidaré NUNCA. Os quiero.

lunes, julio 25, 2005

Perspectiva

Fue alejándome como supe a quién tengo cerca. No hay sorpresas. El silencio es el fiel amigo que acompaña a las excepciones. (Pretencioso plural)

Se ha detenido el tiempo, aunque pasa. Es lo único que pasa, inexorable, lento. No amanece, ni anochece. No ha salido el sol, ni se ven aún estrellas. No hay viento, y el aire ha desaparecido, de mis pulmones. Pasa la gente junto a mí, en silencio, con prisa, y aunque miran al suelo, no me ven.

Cómo he llegado aquí, me pregunto. Y ni siquiera yo me oigo.

miércoles, junio 29, 2005

Decenas de finales

Nunca cojo nada del suelo. Pasé la mitad de mi infancia escuchando a mis padres gritar '¡deja eso, caca!'. Y no me extraña. Me comía todo lo que encontraba, lo que más de una vez nos llevó a urgencias para radiografiar tapones de boli, muelles de pinzas, monedas y cabezas de airgam-boys.

Recuerdo las reuniones familiares, esas en las que mi madre sacaba las fotos que más me avergonzaban para mofa de todos, como la de la primera comunión a la que yo había querido ir vestido de capitan de marina, y me vistieron de Nino Bravo. Para rematar la faena siempre terminaba sacando de su armariodondeguardadetodo las radiografías de mis intestinos y la cabeza del airgam-boy indio corriendo por ellos.

De aquella época me ha debido quedar la manía de mirar a menudo hacia el suelo mientras camino, que no es que sea cabizbajo por resignado, sino por observador de profundidades. Mirando hacia abajo uno se pierde casi todo, pero de vez en cuando encuentra algo. En una ocasión encontré una foto de carnet caída en el suelo, sobre la acera de una céntrica y ruidosa calle. Era de una chica joven, con el pelo castaño y ondulado, cara muy blanca y mofletes colorados. La foto estaba pisada y un poco arrugada. Me dio mucha pena dejarla en el suelo. Me imaginaba desde su indefensa perspectiva, viendo centenares de pies gigantescos pisándome uno tras otro. La recogí. Quería evitar su sufrimiento. Me acerqué a una papelera, pretendiendo darle un final mucho más digno a su existencia. Ella me miraba arrugada y sucia, como pidiendo ayuda. Y yo me disponía a tirarla como un desperdicio más y seguir mi vida.

Cuando uno se ha sentido un desperdicio y lo han tirado a la basura, aprende a valorar una mano que te alisa las arrugas, te limpia la cara y te protege de pisotones. La metí en mi cartera junto a mi foto del carnet de la biblioteca.

Ha pasado mucho tiempo, y la foto aún sigue ahí. La veo casi cada día. A veces he pensado... ¿y si un día me encontrase con su dueña frente a frente en un autobús? Le he dado decenas de finales a ese pensamiento.

jueves, junio 23, 2005

Marketing

Nombre que proviene del sajón "Osgaard" y su significado es "lanza de los dioses".

Dotado de un gran sentido común, una serenidad y una extraordinaria capacidad para reflexionar, que le hace ser una persona tranquila y apacible. Comprensivo y dotado de una gran intuición, es un buen consejero. En el terreno laboral o profesional, llegará a conseguir sus metas a base de empeño y tesón.

Es ardiente y apasionado en el amor, sincero y f iel a su pareja.

La cifra que le trae suerte es el seis, y los colores que le favorecen son el naranja y el negro.



Me pregunto si habría comprado una tarjeta sin censurar...


Nombre que proviene del sajón "Osgaard" y su significado es "lanza de los dioses".

Privado de sentidos propios, oculta su desasosiego y ruido internos y muestra una extraordinaria capacidad para encajar, que le hace dudar de ser una persona. Complaciente sin límites con los suyos, intolerante con los intolerantes, consejos vende que para él no tiene. En el terreno laboral o profesional, llegará a conseguir las metas de otros a base de prostituirse.

Es fuerte y vive cuando le sonríen el amor y la pasión. Se envilece cuando desaparecen.


La cifra que le trae suerte es el 666..., y los colores que le favorecen son muy pocos.


Un chocolate a 10.000

Como lo prometido es deuda, aunque llegue un poco tarde, aquí está el vale a presentar por 80.58.8.170, que será canjeado por un espeso y calentito chocolate con churros como premio a la visita 10.000 a este bosque.

Dada la falta de identificación del usuario, en caso de no aparecer la invitación se hace extensiva a las visitas 9.999 y 10.001.

martes, junio 14, 2005

Los posos

Cada día a las 8, cuelgo mi arco, mis flechas y mi gorro verde en una rama de un alegre ciprés, que los cipreses son siempre alegres da igual donde estén plantados. Éste se muestra altivo y orgulloso de la fuente de agua fresca y clara que mana a su lado, que lo riega siempre, lo arrulla por la noche y lo refresca por la mañana.

Sin arco, flechas ni gorro verde me quedo en bastante poca cosa, así que me disfrazo con mi traje gris y me dirijo a mi trabajo, una versión moderna de pillaje y rapiña, que ahora llaman ‘negocios’. Las incautas víctimas de antes, que pasaban por el bosque y cuyas bolsas repartíamos entre los que menos tenían, son ahora agresivos ejecutivos de multinacionales alemanas a quienes cuesta bastante más engañar, y son los accionistas quienes se reparten la bolsa que a duras penas conseguimos.

Renunciar a mis valores, dejarlos olvidados en el bosque junto al ciprés para vestirlos de nuevo a la vuelta, y asumir como propia la misión, la visión, los principios y valores de la empresa. A eso lo llaman ‘profesionalidad’. Aceptar eufemismos como dogmas de fe. Hablar de capacidad de adaptación al cambio y flexibilidad, de responsabilidad plena y autonomía de los equipos, de comunicación fluida, de confianza mutua...Mentir, deformar, robar, posicionarse, ocupar. En este mundo la confianza es propia de los incautos. La comunicación fluida, de los correveidiles. La responsabilidad, de los comemarrones. La autonomía, de los solitarios. La capacidad de adaptación, de los abrazafarolas.

Nunca me ha ido bien en los ‘negocios’ cuando se me ha quedado alguno de mis valores pegado, y sin darme cuenta no lo he dejado con los otros junto al ciprés. No se puede aborrecer la sangre si se es cirujano. Tampoco me ha ido mucho mejor cuando he extrapolado criterios empresariales a mi vida en el bosque. No se puede usar el bisturí para arreglarlo todo.

Sin embargo, quedan los posos. Porque la transformación no es completa. Y si los posos son los adecuados, sí que ayudan. Eres cirujano, con posos de integridad: cortas, sajas, amputas, seccionas, sin contemplaciones, pero tratas con cariño al enfermo, a su familia. Intentas ser buena gente, con posos de cirujano: vives, ayudas, confías, alegras, comprendes, sientes, pero localizas los problemas y los amputas con precisión.

Busco los posos buenos de cada parte e intento usarlos hacia uno y otro lado. Son pequeñas cosas: convencer a los accionistas de mi empresa para sustituir los regalos de Navidad a nuestros clientes por una postal que dice “Este año nuestra empresa no hará regalos por Navidad. Con este pequeño sacrificio usted ayudará a que en su lugar apadrinemos a 50 niños en Perú y Colombia” intentando ser profesional e íntegro, y no interesado. O aconsejar a un amigo que simplificar el problema es mejor que complicar la solución, intentando hablar en el bosque al estilo Kaoru Ishikawa.

Ahora solo me queda averiguar como librarme de los posos malos. Esos que se quedan adheridos en los más oscuros rincones del pensamiento, y que saben aparecer cuando menos se les necesita.

lunes, junio 06, 2005

Brindo

Porque las líneas escritas
sean sólo lo que te hizo ser
y las que te quedan por escribir
sean las que me hagan a mí




Brindis: del alemán 'Bring dir's', 'Yo te lo ofrezco'

Yo te lo ofrezco

Recogiendo el testigo

Nunca me gustaron las cadenas.
Pero viniendo de Buddy y Luthie recojo el testigo, y me lo quedo como un regalo.
Un abrazo, guapos.

1. Tamaño total de los archivos de música en mi ordenador: 4,7 Gb
2. Último disco que me compré: Fito y Fitipaldis - 'Vivo... para contarlo'
3. Canción que estoy escuchando ahora: Brian McFadden - 'Real to Me'
4. 5 canciones que escucho un montón o que tienen algún significado para mí: ¿5? Imposible. Todas las que van apareciendo en 'Mi BSO'

martes, mayo 31, 2005

Los colores de la traición

Me pidió que fuera el padrino de su hijo. Ella necesitaba un católico y mi origen era una buena credencial. Necesitaba discreción y yo pronto volvería a casa, a miles de kilómetros de distancia. Sin el consentimiento de su marido, bautizaríamos a su hijo en una fe distinta de la suya.

El me abrió las puertas de su casa, durmió en el suelo para dejarme su cama, fue mi amigo. Yo le correspondí traicionando su voluntad de padre musulmán, de dejar que fuera el niño quien ya de adulto decidiera qué fe deseaba profesar.

Ella me abrió las puertas a su nueva vida, durmió con su marido en el suelo mientras yo respiraba su aroma en su cama, fue mi amiga, y más que eso. Yo le correspondí traicionando su voluntad de madre cristiana, de ser un padrino católico para su hijo.

La mayor traición es la que se consuma sin que nadie lo sepa. Y él sigue llamándome amigo, y ella sigue pensando que fue la religión lo que me movió a aceptar su propuesta.

“La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a si mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano.”
Friedrich Nietzsche

sábado, mayo 21, 2005

Uno de náufragos

Despertó tendido boca abajo sobre la arena de la playa. Sentía frío. Las olas le mojaban rítmicamente hasta la cintura. Pasaron unos minutos hasta que intentó levantarse por primera vez...

...

La cena era la mejor parte del día. No por abundante, que no lo era, ni por sabrosa, que tampoco. Lo era por ser el preludio del sueño, y con él, de la evasión. Cada noche, en silencio, perdía su mirada en el baile de las llamas, como queriendo ver a su través. Y como siempre, sus recuerdos se detenían en aquella mañana soleada en la que despertó tumbado en la playa de esa maldita isla. No conseguía recordar nada más. Nada. Quién era. Cómo había llegado allí... Por más que lo intentara solo venían a su mente flashes de una vida pasada en la que no se reconocía. Una casa con hierba en el tejado, un suelo alfombrado, una estación de tren, una ocarina y una guitarra, una chaqueta de lana negra, ...

Después de la cena, se colocaba siempre de la misma incómoda postura en un agujero excavado en una roca, que se le servía de refugio y de cama. No quiso nunca construir una cabaña o un refugio mejor, no quiso dedicar una sola hora de su trabajo a hacer de aquella isla un lugar cómodo. Desde el primer momento dedicó toda su energía a buscar la forma de salir de aquel lugar. En su agujero, se prohibía pensar en sus planes, en sus problemas, en sus dudas. Ahí, cada noche soñaba una vida diferente. Era su agujero de soñar.

Había convertido los días en una rutina asfixiante, un programa diario de actividades que mantuviera su mente ocupada para que no la inundara el sentimiento de soledad. La mayor parte del tiempo la dedicaba a buscar sustento. Frutas, raíces, peces y algún pequeño animal que aprendió a cazar. El resto del tiempo miraba las mareas, estudiaba los vientos, leía las estrellas, seguía el vuelo de los pájaros, oteaba horizontes, medía distancias, calculaba posiciones, evaluaba posibilidades, preveía tormentas, analizaba corrientes, y sobretodo, memorizaba todos y cada uno de los datos, que algún día podrían llevarle a encontrar la manera de salir de allí.

A pesar de no saber dónde se encontraba, ni hacia dónde debería dirigirse, tomó una decisión. Sea como fuere que saliera de allí lo haría hacia el norte. Siempre hacia el norte. Recordaba que de donde él era hacía frío, y en aquella maldita isla hacía calor, siempre calor. Estaba decidido: iría hacia el norte.

El sol se ocultaba en ese momento por entre los dos islotes que veía desde su agujero. Sabía que ese punto sería exactamente el oeste si ese día fuera cualquiera de los equinoccios, 21 de marzo o 23 de septiembre, pero no sabía la fecha en la que se encontraba, por lo que esa referencia era solamente aproximada. Recordó una mejor forma de orientarse con el sol. Clavó un palo en el suelo y marcó el extremo de la sombra. Dejó pasar un buen rato y marcó la nueva posición. Unió esos dos puntos con una línea que marcaba la dirección oeste-este, siendo el primer punto el oeste, que claramente marcaba hacia los islotes.

Miraba la luna. Formaba una elegante C sobre las estrellas. Mentirosa, recordó. La luna miente. Me dice C de creciente, así que mengua. Y recordó que cuando la luna mengua los extremos de la C siempre apuntan al oeste. Y apuntaban hacia los islotes.

Contemplaba Casiopea, y desde allí, la Osa Menor, y no mucho más allá la Osa Mayor. Recordó que en el hemisferio norte, la pálida Estrella Polar, no siempre fácil de ver, indicaba el norte. Pero no sabía en qué hemisferio se encontraba. ¿O sí?. ¡Claro! Los islotes marcaban el oeste, por lo tanto el norte debería estar ahí, 90 grados a su derecha. Sin embargo la Estrella Polar indicaba exactamente el lado opuesto, por lo que se encontraba en una isla perdida del hemisferio sur. Por un momento se sintió fuerte, inteligente. Aquella pequeña victoria le hizo sentir que podría salir de allí.

Pasaron las semanas, los meses, los años... Pese a los malos momentos, nunca había perdido la esperanza, pero aquel mes de lluvias inesperado que le mantuvo dentro de su agujero de soñar, acabó con todas sus ilusiones. Profanó su agujero. Tuvo demasiado tiempo para pensar en algo que ya sabía y se ocultaba en su rutina. No tenía herramientas, apenas fuerzas. No podría construir una balsa, y aunque lo hiciera, adentrarse en un mar solitario y desconocido sobre unos troncos mal unidos, sin apenas agua o provisiones era una muerte segura. Y se derrumbó.

De entre los pocos restos que aparecieron junto a él en la playa había guardado una botella de licor de miel en una gatera del refugio. Se prometió beberla cuando tuviera algo que celebrar, o cuando se diera por vencido. Tragándose su esperanza mojada en licor, bebió.

Le despertó un sol radiante, y un tremendo dolor de cabeza. El sabor dulzón de la miel se mezclaba con el salitre de la arena que secaba su boca apoyada en el suelo. Entreabrió sus ojos, cegados por el reflejo del sol en el vidrio blanco de la botella. Entonces sonrió.

Era un náufrago en una isla olvidada. Tenía una botella. Y no había pensado en el más típico de los recursos. ¡¡Un mensaje!! Se levantó acelerado. Intentó despejarse en el agua del mar. Se sentía ansioso. Necesitaba un plan. Cuidar cada detalle minuciosamente. Cómo escribir el mensaje, qué decir, cómo indicar su posición, hacia dónde lanzar la botella,...

No tenía papel ni bolígrafo. Pensó en escribir su mensaje en un palo pelado que pudiera meter por el estrecho cuello de la botella, y marcar el mensaje con una piedra fina. Tras hacer unas pruebas descartó esa posibilidad. Luego pensó en escribir sobre hojas, pero quizá se secaran o pudrieran antes de llegar a su destino. El sol le abrasaba y no le dejaba pensar. Se secó el sudor de la frente con los restos de su raída camisa y volvió a sonreír. Una vez limpia, la tela de la camisa sería un papel perfecto.

Le tranquilizaba pensar que dispondría de bastante espacio para escribir su mensaje. Pero, ¿qué podría escribir?. Desconocía su nombre, su ubicación, cómo llegó hasta allí... Recordó que hablaba idiomas. Lo escribiría en inglés por un lado y en el suyo por el otro. Habría decidido dar datos de todas sus observaciones. Un dibujo con la forma y tamaño aproximados de la isla y los islotes cercanos, una descripción del clima, de la vegetación, de las mareas, de la fauna, un mapa de la ubicación de las estrellas vistas desde su agujero, incluso una muestra de flores, plantas y algún pequeño mineral. Además, pensó en escribir una descripción de sí mismo, de sus recuerdos, del tiempo que llevaba perdido, con la esperanza que alguien aún le estuviera buscando.

Necesitaba algo para escribir. Plantas, pensó. Frutos rojos. Insectos molidos. Sangre de algún animal. Era tal su ansiedad que no pudo esperar. Tomó el palo afilado que usaba como punzón y se rajó su propio brazo. La tinta salía a borbotones, y con ese mismo punzón comenzó a escribir y a dibujar sobre la tela ya limpia y seca de su camisa.



Cuando hubo terminado enrolló cuidadosamente el mensaje. Lo introdujo junto con todo lo demás en la botella y añadió un pedazo de tela con un bien visible SOS escrito en sangre. Después cerró fuertemente el tapón asegurándolo con una tira de tela anudada a su alrededor y se dirigió hacia el mar.

Tras comprobar que la botella flotaba y que el agua no entraba en su interior se dirigió hacia el punto de la isla más cercano a los islotes, un saliente elevado sobre la playa. Había comprobado que la única corriente capaz de alejar algo de aquel lugar era un curioso efecto venturi que se producía en el pasillo largo y estrecho que formaban aquellas rocas.

Miró la botella, la besó, la tomó por el cuello y apuntó hacia el centro de los islotes. Tomó impulso y con toda su energía la lanzó. Como en cámara lenta vio cómo se acercaba hacia su objetivo, dando frenéticos giros, aún subiendo, aún volando. No se explicaba de dónde habría sacado tanta fuerza. El mensaje embotellado comenzó su descenso. El lanzamiento había sido preciso, pero no imaginaba que habría llegado tan lejos. Debió haber ensayado con piedras o troncos de parecido tamaño y peso, pensó. Era demasiado tarde.

Un segundo antes de que la botella se estrellara contra el islote más cercano, el ya era consciente de su error. Desde aquella distancia pudo ver el sol reflejarse en cada uno de los mil pedazos de vidrio que saltaron hacia el mar. El ruido de las olas apagó cualquier otro. Hasta el de su corazón, que pareció dejar de latir.

Unos minutos después, dejó de apretar los labios y los puños, y se dirigió a su agujero de soñar.

viernes, mayo 13, 2005

Una razón para existir

Cuando no la encontraba, siempre la inventé.
Pero ahora no la necesito yo, sino este blog.

domingo, mayo 08, 2005

H

Hace tiempo corrían aires por el bosque que me hacían escribir cosas como ésta:

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Vivir es buscar y tocar momentos felices, soñar con lograrlos y disfrutar del logro. No creo que la felicidad sea una cuestión de estado, como el embarazo o la vida. Quiero pensar que existen grados de felicidad. Que no todos los no felices son del todo infelices. Y por eso, me acabo de inventar un happímetro:

Felicidad máxima o ‘Happytop’: ‘Soy consciente de lo que me hace feliz, lo he conseguido, y aún me quedan sueños por lograr’

Felicidad alta o ‘Happíssimo’: ‘Soy consciente de lo que me hace feliz, y estoy en la vía de conseguirlo. Esos son mis sueños’

Felicidad media-alta o ‘Happón’: ‘Ni pajolera idea de lo que quiero ni busco ni necesito, ni me importa, sé que soy feliz’

Felicidad media o ‘Hap’:

  • Hap1: Alcancé sueños, toqué el cielo, muchas cosas fueron como esperaba, y soy feliz con lo poco que conseguí’
  • Hap2: No tengo nada más que muchos sueños y fuerzas para luchar por ellos
  • Hap3: ‘Me conformo. Sería injusto quejarse’
  • Hap4: ‘Me da para pagar la hipoteca y viajar una vez al año

Felicidad media-baja o ‘Happillo’:

  • Happillo1: ‘Aún no he conseguido que un solo sueño se haga realidad’
  • Happillo2: ‘Vivo de recuerdos, de cuando soñaba’

Felicidad nula o ‘H’: ‘Nunca tuve nada, ni sueños’

Felicidad negativa o ‘ Youarefucked‘: ‘Soy consciente de que nunca tendré lo que deseo, y cada día que vivo lo deseo más’


Sé que para progresar en esta escala, en la búsqueda de la felicidad, debo renunciar a aquello que deseo, debo dejar de soñar con lo que me está vedado. Y así, con esfuerzo, conseguiré pronto ser un 'H'.


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Hoy, desde aquí, varios escalones más arriba en el happímetro, la vista es espectacular y la brisa siempre acaricia oliendo a mar. Pero algo no me permite disfrutarlo plenamente. Me asusta pensar que un sólo empujón me trajo aquí. Un solo empujón...

TQMN, YEC, NoMeFalles.

martes, mayo 03, 2005

Problemas de conciencia

La pasada semana apareció en prensa la noticia de que ciertos concejales de cierto partido político se negaban a oficiar los matrimonios entre parejas homosexuales por “problemas de conciencia”, incumpliendo de esta manera la ley recientemente aprobada por el Parlamento.

No estoy en contra de los problemas de conciencia de nadie. Es más, me alegro de que aún exista la conciencia. A cada cual le puede escocer la suya con lo que le dé la gana. Al Papa puede darle retortijones la idea de imaginar una pareja retozando únicamente por placer, sin el ánimo de procrear y utilizando un condón. A otros les puede quitar el sueño el despilfarro del más caro despliegue de medios informativos en lo que va de siglo, a excepción de las mediáticas guerras, para retransmitir la agonía, muerte y sustitución del mismo Papa. Afortunadamente también existe otro tipo de personas, como María Guilherme cuya conciencia se revuelve ante otro tipo de cosas.

La conciencia es un singular del que se desconoce el plural, decía Schrödinger. Es personal e intransferible. Intransferible excepto en ciertos clones políticos que se empeñan en esconder sus verdaderos intereses detrás de sus “problemas de conciencia”. Así que digo yo, desde el más absoluto respeto a sus valores y principios, que si realmente para su conciencia casar a dos personas del mismo sexo resulta equivalente a casar a una persona con una gallina (literal), pues entiendo que estas personas no están capacitadas para ejercer la función pública para la que han sido elegidos, que no es otra que cumplir y hacer cumplir la ley con eficacia y honestidad, por lo que lo más honesto sería que cediesen su cargo a otros que puedan desempeñarlo. Aquí en el bosque no ponemos de arquero a quien le produzca problemas de conciencia matar una liebre de un flechazo.

Se me ocurren, siguiendo la misma lógica, otras situaciones que podrían darse si los “problemas de conciencia” se generalizaran tan inconscientemente:

* Los gasolineros se negarán a poner combustible en nuestros coches, concienciados por el efecto invernadero, la invasión de Irak y el poder acumulado de las multinacionales petrolíferas.
* Los farmacéuticos se negarán a vender preservativos, por sus problemas de conciencia dirigidos por la Iglesia Católica.
* Los fruteros no venderán sus mercancías, afectados por lo que supone la introducción de alimentos transgénicos en la cadena alimentaria.
* Los empleados de los Mc Donalds sólo venderán hamburguesas de apio, concienciados con el imparable incremento de la obesidad infantil.
* Los maestros dejarán de dar clases, porque su conciencia no les permite hacerlo mientras haya cientos de millones de niños en el mundo sin posibilidad de acceso a la enseñanza.
* Seremos todos vegetarianos, por nuestros problemas de conciencia al asesinar a otros seres vivos para sobrevivir.
* Los policías no llevarán armas, porque su conciencia no les permite usarlas.
* Los jueces no ejercerán su ministerio público, porque su conciencia les dice que ningún ser humano puede juzgar a otro.
* Internet dejará de funcionar, porque es el mayor foco de pornografía y piratería de la historia de la humanidad.
* No existirán nuevas generaciones de medicamentos, porque la conciencia no nos permite probarlos en animales.
* ... ad libitum

El ser humano se distingue de los demás seres vivos por tener conciencia, nos decían en el colegio. Y el ser moderno parece que se distingue del ser humano en poder controlar la conciencia a voluntad.

Hace unos días paseaba por la principal avenida comercial de Frankfurt. La conciencia de los miles de ciudadanos que circulan por ella ha sido educada para no percatarse del sinnúmero de homeless que buscan un buen lugar para mendigar en tan concurrido lugar. ¿Quién mira a los ojos a un mendigo? A la conciencia colectiva no le supone mayor problema el obviar esos lunares de pobreza junto a tiendas de Armani. Sin embargo aquel día, unos enfermeros metían el cuerpo de un mendigo muerto en una bolsa de plástico y lo subían esforzados a la ambulancia que cortaba la calle peatonal. Cientos de personas contemplaban minuciosamente la operación, y es que si hay espectáculo, se puede mirar a un mendigo. Sin problemas de conciencia, el mendigo recibió en muerte todas las miradas que en vida le fueron negadas.

Tenía la conciencia limpia; no la usaba nunca.
Stanislaw Jercy Lec

viernes, abril 29, 2005

No es una cicatriz

No son cicatrices, aunque tú digas que sí.

Seco, vale, pero te aseguro que al cauce de este río no le queda ya mucho de seguir llorando por agua.

miércoles, abril 27, 2005

Pedacitos de vida

Me gustan las cosas de segunda mano. Paseo por los rastrillos, y me quedo mirando toda clase de objetos sin ninguna utilidad y a precio de saldo. Curioseo entre los cacharros viejos, dando vida a sus dueños, haciendo un poco de arqueología sentimental. Imagino cuántas conversaciones de humo y ceniza habrá escuchado ese cenicero medio quemado que reza 'No hay en la vida nada como la desgracia de ser ciego en Granada', cuántas historias habrá escrito esa pluma reseca y que quedarán ya en el olvido, a quién habrán acariciado las manos que ennegrecieron las hojas de ese libro.

Nunca me quedo con nada de lo que curioseo. No creo que se puedan comprar los recuerdos, y esos trastos no son más que eso, pedacitos perdidos de otras vidas. Pero un día vi algo que no pude dejar escapar. Se trataba de un viejo contestador automático, con su cinta de cassette aún dentro. Lo compré de inmediato. ¡Acababa de encontrar un pedacito de vida parlante! Entre curioso y entrometido me sentía mientras iba a toda velocidad a casa, a desempolvar el radio-cassette. Por fin podría escuchar lo que un cacharro contaría de su dueño, y comprobar así la vida que se nos pega en lo que nos rodea. La ciudad perdida de un arqueólogo.

- Hola, soy Ana. Ahora no estoy, no puedo o no quiero atenderte. Deja tu mensaje y veré si te llamo. Piiiiiiiii

- Hija, soy tu madre, llámame. Me tienes preocupada. Hace días que no sé de ti.

- Hola Anita, soy Charly. Paso luego a recogerte. ¿Qué tal andas?. Un beso, mi vida.

- Hola soy Laura. ¿Quedamos después del trabajo y me cuentas que tal con Charly? Besooooos.

- Soy Alberto, del banco. Ana, pásate cuando puedas por aquí por favor. Un saludo.

- Hola Ana, soy Marcos. No dejo de pensar en ti. ¿Podrás venir hoy también? Llámame.

- Anita, soy Charly. ¿Te ocurre algo? Te noto rara. No me has llamado ni ayer ni hoy. ¿Qué pasa? Venga, un beso mi vida, te quiero.

- Hija, me ha llamado Charly para ver si estabas aquí. Luego ha venido a casa. Qué majo es ese chico y como te quiere ¿eh?. Oye, ¿cuándo vas a venir a verme?.

- Anaaaaa, soy Laura. Oye ¿Y ese chico de ayer? Uyuyuy, cuentamelo todoooooo. Muá.

- Hola soy Mari. Luego te llamo. O si no, mejor llámame tú, ¿vale?. Hasta luego.

- ¿Ana? Marcos. Sólo quería decirte que ayer lo pasé muy bien, y... bueno, que eres especial. Y..., bueno, ya hablamos.

- Hija, soy tu madre. ¿Me acompañas a comprar el regalo de Mari? Quiero verte y charlar un rato, que no sé nada de ti. Llámame anda.

- (Charly) ¿Anita? Venga, cógeme el teléfono... Oye, estás muy equivocada. No soy yo quien se está alejando. Tenemos que hablar.

- Soy Laura. ¿Ya has pensado qué vas a hacer? ¿Quedamos y hablamos? Besoooooos.

- Anaaaa, soy Mari. Oye, ¿vendrás a mi cumple, no? Llámame.

- ¿Ana? Soy Marcos. He escuchado tu mensaje, y... bueno... para mí... oye, mejor lo hablamos hoy, ¿vale? Te quiero.

- Hija, soy tu madre. ¿Necesitas algo? Papá preguntó hoy por ti. Llámame anda. Un beso.

- (Charly) Anita, si no quieres verme más sólo dímelo. Estoy empezando a cansarme de esto.

- Este es un mensaje para Ana (...), del Banco (...). Por favor, pase por nuestra oficina tan pronto como le sea posible. Muchas gracias.

- (Laura) Anutxiiiiiii, ¿ya has hablado con Charly? ¿Qué tal ayer con Marcos? Te veo luego. Muá.

- (Marcos) Hola, oye, ¿lo del fin de semana sigue en pie? Tengo que saberlo hoy, ¿eh?. Me dices algo. Un besito, cielo.

- Hija, ¿cuándo vas a venir? No sé nada de ti. Venga, llámame.

- (Charly) Ana, he estado con Laura. Me ha dicho que ayer no estuvo contigo y luego se ha dado cuenta y ha intentado arreglarlo. ¿Dónde estuviste? Esto se ha acabado, ¿verdad?.

- Ana! Joder! La he cagado. Ayer metí la pata con Charly. Llámame. Lo siento, pero ¡podías haberme dicho algo!.

- Soy Alberto, del banco. Necesito que te pongas urgentemente en contacto conmigo. Gracias.Es muy urgente.

- (Marcos) Ana, paso a recogerte a las 6, ¿vale?. ¡Y no te pases con las maletas! ¡Hasta ahora!

- Hija, ya te he ingresado lo que me pediste. Ande, ven a verme y hablamos. Un beso.

- Anita, soy Charly. Has conocido a alguien, ¿verdad? Ana, yo te quiero... Anita, vamos a hablarlo, ¿vale?

- Ana, soy Laura. Charly quiere verme hoy. Habla con él, tía. Venga, un beso.

- Ana, soy Marcos. Ya sabes, I just caaaaaalled to sayyyy I love youuuuuu. Un beso, hablamos.


(...)

Pedacitos de vida.

jueves, abril 21, 2005

Zeitzeitzeit...

El tiempo puede ser negativo. Por mucha cara de satisfacción que pusiera mi profesor de física cuando me decía que nada puede durar -1,3 horas, señalando mis cálculos con su equis roja. Se equivocaba.

- Dormir: 8 horas/día
- Ducha, afeitado, cepillado de dientes y otros en el lavabo: 1 hora/día
- Desayunar, comer y cenar: 1,5 horas/día
- Ida y vuelta desde casa al trabajo: 1,5 horas/día
- Trabajar: 11 horas/día
- Limpiar la casa, preparar la comida: 1,5 horas/día
- Compras, gestiones, varios: 0,5 horas/día
- Estar con la familia y los amigos: 0,2 horas/día
- Radio, televisión, leer, hobbies, tiempo para uno mismo: 0,1 horas/día

Total: 25,3 horas/día

Aunque igual mi profesor tenía razón y el tiempo siempre es positivo, y lo que es negativo, es el uso que hago de él... y teniendo en cuenta que la vida está hecha principalmente de tiempo, se me ocurre que si sólo dedico 0,3 horas al día a lo que realmente quiero y me gusta, y suponiendo que alguien descubriese la fórmula de vivir 50 años más a este ritmo, pues me quedarían:

50 años x 365 días/año x 0,3 horas aprovechables/día = 5.475 horas aprovechables, o sea, poco más de 7 meses de vida.

Existe otra posibilidad, y es aplicar la teoría de Gantt para la optimización del lead time, o sea, simultanear tareas para ahorrar tiempo. Ejemplos:

- Lavarme los dientes mientras duermo
- Dormir mientras trabajo
- Cenar mientras desayuno
- Limpiar la casa mientras hago las compras
- Afeitarme con mis amigos
- Cocinar de camino al trabajo
- Hacer pis mientras hago la comida
- Afeitarme mientras hago pis
- Dormir mientras voy al trabajo
- Leer mientras me ducho

Y así, enfrascado en esta reflexión, estaba pensando en una forma inteligente de acabar esto, pero es que... no tengo tiempo!!

lunes, abril 18, 2005

Uno más, uno menos

Zorionak niri
zorionak niri
zorionak Haiduc
zorionak niri...



Mi regalo de cumpleaños del año pasado fue que mi camino se cruzara con el de una tal Burma.

Lo que dura un cruce de caminos es más que suficiente para darse cuenta de que si éstos se separan, merece la pena agarrar la senda por las cunetas y torcerla hasta donde haga falta para caminar descalzo a su lado.

No he conocido a nadie que tiña las letras de la palabra amistad de tantos colores. Y sin embargo, a Burma no la definen los adjetivos, sino un verbo: Burma multiplica. Multiplica la intensidad de los momentos, las risas, los abrazos, la compañía y el cariño.

Pero no solo eso, Burma se multiplica a sí misma: fue ella quien me cogió de la mano y me llevó de paseo por la bloggosfera, quien me hizo cruzar la puerta a esta dimensión donde he conocido a personas excepcionales.

Sólo me queda pedir al próximo año que me permita seguir contando con la sensibilidad sin límites y el amor por las palabras y por todo lo demás de Agua, la originalidad y el ingenio de aMIN, los recuerdos y la ternura de la romántica Athena, la simpatía de mi compañera de viaje Cleo, el desgarro de la musa de Crono, el buen rollo, las tapas y los tragos en la bodeguita de Eloryn, el desparpajo de Flor, el extremo buen gusto de Gonzalo, la forma de hacerme sentir pequeñito de Holden, los cigarros, las mentiras y la sinceridad de Humo, el encanto y la belleza de la poesía de mi hermana Jacaranda, los achuchones de mi Kape, la proximidad, la emoción y la distancia de Llaeza, el compromiso, la implicación, los principios y la rebeldía de mis amigos Buddy y Luthie, la pasión por el arte y por la amistad de Magda, el seguir añorando a Mai, las letras perfectas de la deslumbrante maRía, la inocencia, la dulzura y el cariño de Mariposa, la sensualidad de Menta, el tacto limpio y la compañía de la seductora Mirada, la búsqueda de la felicidad de la espontánea y cautivadora Miss H, la coherencia y los análisis de Paco, esa otra forma de entender la vida tan particular de Poledra, la intensidad de la enigmática Sencilla y el buen humor de mi amor platónico Maruja.

Y quien sabe que otros caminos se cruzaran, y a dónde nos llevarán éstos.

¡¡Muchas gracias Burma, por todos tus regalos!!

lunes, abril 11, 2005

Del mismo centro

Odio las fronteras. Debe ser porque nunca nadie me ha querido dentro de las suyas.

Soy hijo de la emigración. Mis padres españoles emigraron a la próspera e industrial Euskadi cuando el humo rojo de los Altos Hornos se mezclaba con el verde de las montañas y el azul de las costeras de la anchoa y el bonito. En su maleta de cartón, sus ilusiones y sus apellidos. Y entre el verde, el azul y el rojo nací yo.

Sólo vascos, sólo españoles, ambas cosas... Yo nunca he tenido ese problema. Siempre he sido el 'español' en Euskadi y el 'vasco' en España. Origen y apellido, en su ruidosa pelea, acallando mi opinión o mi deseo.

Nunca me he sentido cómodo en ningún lado. Soy un engranaje colocado en otra máquina por error, que debe trabajar siempre a más revoluciones, siempre recalentado y siempre sobreesforzado para no perder el ritmo.

No suelo saber qué responder a la pregunta '¿de dónde eres?'. En realidad no soy de ningún lado, ni ningún lugar me es. No tengo sensación de pertenencia, sino más bien de ubicación. No tengo bandera, ni himno, ni rey, ni reino, ni reina, ni patria, ni estado, ni fuero. Y no sé si me estoy perdiendo algo.

Y si puedo elegir, elijo ser del centro, del mismo centro de un abrazo que me abrace, nacionalista de unos labios que me besen, mercenario de unas manos que me quieran.

Y con la partida de nacimiento, envolver el bocata de atún.


miércoles, abril 06, 2005

Cuánto hace que no hace tanto

Corrían los primeros noventa cuando volaban mis primeros veinte.

En Lituania se respiraba nuevamente aire de libertad mientras los tanques soviéticos cesaban su cerco a Vilnius. Yo apenas sabía a qué olía esa palabra, mis tanques también me habían tenido cercado mucho tiempo.

La libertad que yo buscaba tenía la piel más blanca, los ojos más azules y el pelo más rubio que cualquier otra. Así que no me costaría demasiado encontrarla, pensé.

Llegar fue fácil. Entrar no tanto. El policía de fronteras entre Polonia y Lituania me despertó de una patadita en la pierna y me pidió el pasaporte. Mientras despertaba, buscaba el documento en mi cartera colgada al cuello bajo mi camiseta. Por la ventanilla del tren la estación se me dibujaba más como un mercado. Cientos de personas se agolpaban con bultos amorfos en un baile frenético. Ofrecí el pasaporte al policía, quien mientras lo hojeaba me dijo burlón:

- Hiszpanii!... Olé!

Yo guardé silencio detrás de mi sonrisa, claro. Porque cómo podría corresponder yo completando una frase que empezara con 'Polska...'. ¿Solidarnosk? ¿Walesa? ¿Wojtyla? Me selló mi casi inmaculado pasaporte y me lo devolvió con una media verónica al más puro estilo de Morenito de Cracovia.

El tren se puso en marcha, dejando trás de sí Suwalki, el último pueblo Polaco. Avanzaba muy lentamente, como quejándose y resoplando, hacia Sestokai, el primer pueblo lituano.

Antes de llegar, una estación fronteriza y de nuevo los mismos bultos amorfos bailando sobre las personas que invadían la estación. Entonces me di cuenta de que aquellos no eran viajeros, sino trabajadores. Cada día hacían el mismo trayecto, cambiando ilegalmente ropas por tabaco, y alimentos por ámbar, comprando y vendiendo mercancías a cada lado de la frontera bajo los comprados ojos ciegos de los policías de ambos lados.

El policía de fronteras lituano fue menos simpático. No necesitó la patada porque ya estaba despierto, pero su actitud altiva, arrogante fue mucho más hostil, y me puso a la defensiva.

- Pass!

O bien me pedía el pasaporte o bien el Lituania te abofeteaban onomatopéyicamente. Se lo di y tras mirarlo largamente dijo:

- Visa!

'¡Joder, ahora me pide la tarjeta de crédito, y la mía es Mastercard, mierda! A ver si ahora no voy a poder pagar el visado y... ¡un momento! Visa... visado... ¡coño, si me está pidiendo el visado!' En fin, que casi casi le planto la Master delante, en vez de explicarle que como él bien debería saber, Lituania se encontraba en medio de su proceso de independencia, que aún no había embajadas para expedir el documento, y que obviamente las rusas ya no lo hacían.

Yo iba bien informado, y sabía que debía pagar 50$ por entrar en el país. Y como el poli sabía muy bien hacer su trabajo dijo:

- 100$!

A mi billete de 50 acompañaba una copia de la carta que su única y precaria oficina de exteriores en París me había enviado indicando el precio del visado, además de una sonrisa del tipo 'a mí me la vas a dar'.

Pues sí, me la dio. Porque después de hacerme bajar del tren para acompañarle a su oficina, y seguirle a duras penas con la mochila a medio colocar por un andén atestado, fumó varios cigarrillos y esperó hasta exactamente 1 segundo después de que se oyera el pitido que indicaba que las puertas de los vagones se cerraban para estampar su sello en el pasaporte, y dármelo con una sonrisa del tipo 'qué lástima me da que pierdas el tren, capullo', cerrando el ventanuco que nos separaba.

Al salir fuera para ver cómo mi tren se iba me pareció estar en otro lugar. La estación estaba desierta. ¿Dónde estaba todo el mundo? No había un pueblo a varios kilómetros, ya que era únicamente la estación de la frontera. Así que pensé en esperar y tomar el próximo tren.

El cartel que mostraba el horario de trenes habría sido comprensible si no le hubieran faltado tantas letras y si éstas no hubieran sido cirílicas. La señora con pañuelo negro y dientes a juego que vendía los billetes no hablaba. Un hombre, que barría la ceniza que caía de sus cigarrillos, me hizo entender que el próximo tren llegaría al día siguiente. Una mujer con un saco enorme pasó frente a mí y salió de la estación. La seguí.

Varios minutos después me llevó hasta un autobús, en el que esperaban unas 7 personas. Ya estaba mi problema resuelto. Compré un billete a un precio ridículo de unos pocos rublos, escogí un buen sitio y me senté.

Media hora más tarde, el conductor cerró su periódico. 'Ya salimos', pensé. El conductor se acomodó sobre su asiento y se dispuso a dormir. Un chico se sentaba delante de mí, y le pregunté:

- ¿A qué hora saldremos?
- No lo sé. Cuando se llene.
- ¿¡Cómo!? ¿Y cuándo puede ser eso más o menos?
- Pues depende de los viajeros del tren de mañana...

Acababa de cruzar la frontera del telón de acero, y ya había conocido algunos de sus lados más oscuros: corrupción, desencanto, resignación, silencio... Afortunadamente, me quedaba por conocer todo lo demás. Y aunque había prometido no ser ni actuar como lo que en realidad no era, un capitalista, empecé rompiendo mi promesa el primer día.

Desperté al conductor, y le compré todos los billetes que quedaban libres. Ante su incredulidad y la del resto de viajeros compré mas de 50 billetes y el autobús partió de inmediato.

Me esperaba mi libertad.

domingo, marzo 27, 2005

Cambio alma por un botijo

Harto de que la realidad me acariciara con sus dedos de cristal roto, y dibujara en mi espalda jirones de caminos que no llevaban a ninguna parte, decidí vender mi alma al diablo.

Yo fui educado entre relicarios y guitarras con flores a María, por lo que vender el alma a Satanás había sido grabado a fuego en mi conciencia como lo último, lo peor, lo más bajo y rastrero que un ser humano podría realizar. A pesar de eso, lo hice.

Todo empezó sin pretenderlo. Un día encontré entre un montón de antiguos papeles un curioso cuadernillo, escrito y decorado a mano. Se titulaba "Shemhamforash!". Comencé a hojearlo, y vi que se trataba de un conjuro para invocar a Satanás y venderle el alma. Pensando ‘yuyu-yuyu’ lo dejé donde lo había encontrado y me largué.

Pasé la noche con el palabro martilleándome la cabeza "Shemhamforash!" "Shemhamforash!" "Shemhamforash!". Al día siguiente volví al lugar, tomé el cuadernillo, y me fui a un lugar tranquilo, donde pudiera leerlo sin sobresaltos.

Antes de terminar, ya había decidido que lo haría, a pesar de estar mercurio retrógrado, y no ser por tanto buena fecha para cualquier tipo de transacción, por muy espiritual que esta sea.

‘El diablo se esconde en los detalles’ es una frase que repito a menudo, y vaya que en esta ocasión resultaba propicia. Los preparativos fueron realmente lo más complicado. Entre otras cosas necesitaba una vela negra, una imagen de Bafomet y un pentagrama inverso, y eso no se compra en el Carrefour.

Una vez todo dispuesto, y con la capa del disfraz de Batman a modo de túnica negra, sobre el altar improvisado coloqué todos los elementos: la vela negra, la imagen, el pentagrama, el cráneo de la colección ‘El cuerpo humano’ de Planeta de Agostini, y una campanilla que hice sonar 9 veces para comenzar con el ritual...

“In nomine Dei nostri Satanas Luciferi Excelsi. En nombre de Satanás, que rige el mundo y es el Rey de la Tierra, yo ordeno a las Fuerzas de las Tinieblas que viertan su poder infernal en mí. Abrid las Puertas del Infierno de par en par y salid del Abismo para recibirme como su hermano y amigo...”

Continué el rito entre curiosidad, miedo e indecisión invocando a Satán, Lucifer, Belial y Leviatán.

"Poderoso Satán, antiguo Señor del mundo, esta noche estoy ante Ti para declarar y confirmar mi alianza para contigo, tomando tu Nombre como parte de mí mismo...".

"Shemhamforash!" ........................................

Efectivamente cuando llega el diablo, huele mal. Pero no es azufre, yo lo describiría más bien como ese olor a comida podrida de las cañerías atascadas de un fregadero.

Vino un diablillo con cara de ‘ya está el pesao de turno invocando un viernes a las 7 de la tarde...’. En cuanto le vi, supe que yo no era gran cosa ni para el diablo, que mandaba a un gregario con pinta de becario. Me sentí un poco indignado, casi habría preferido vender mi alma por e-bay y me habría ahorrado los preparativos. Queriendo acabar pronto con el trámite, le propuse al diablillo un trato que a mí me pareció justo: mi alma eternamente suya a cambio de unas cuentas cosillas para mí y otras para quienes me quieren. Partiéndose de risa, metió su brazo larguilucho por entre mis costillas, sacó de mis adentros el objeto en cuestión, y lo colocó sobre la mesa de negociación. Cuando la vi -yo nunca había visto un alma-, me llevé una decepción enorme.

Era un alma bastante pequeñaja, de color parduzco, como sucio. Tenía forma de huevo, con la cáscara bastante cuarteada y en su lado más ancho tenía un agujero considerable con los bordes quemados por el que se podía atisbar su interior, que se veía vacío, aunque aún goteaba un líquido denso y verdoso, como mermelada de ciruela. Clavado con una chincheta en la cáscara, el huevo llevaba un papel que el diablillo, todavía tronchándose, desclavó y me ofreció para que leyera. Curiosamente, yo que no había sentido ningún dolor cuando el diablo me arrancó el huevo, vamos, el alma, sentí un pinchazo en los huesos cuando desclavó la chincheta.

El papel en cuestión era como la ITV del alma, un registro detallado del mantenimiento, y de mi dedicación a su cultivo, alimento, riego, y cuidados durante toda mi vida. En una sola página con formato de hoja Excel, Satanás había recogido y ordenado por fecha todos los momentos en los que mi alma sufría algún deterioro, y lo mismo con mis escasas acciones correctoras. Creo que desde que nací, él sabía que acabaría proponiéndole un trato, así que ahora me presentaba un huevo roto, vacío y sucio, al que yo había dedicado una página de mi vida a cuidar, y por el que pretendía conseguir un alto precio. Efectivamente, Luci dominaba el arte de la compra-venta.

Con tal situación de inferioridad la negociación no duró demasiado. El diablillo, que hablaba por su móvil mientras comerciaba conmigo y seguía partiéndose de risa, como prestándome poca atención, me ofreció no cobrarme nada por recogerla y deshacerme de ella. No llegamos a un acuerdo en esa ocasión. Yo que una vez había oído que el diablo no escatimaba en regalos y parabienes cuando de conquistar un alma se trataba, pues no, se ve que o son ya demasiadas las almas que se venden, o los presupuestos del averno se recortan como todos o las almas ya no son lo que eran.

Mientras tanto estoy intentando conseguir un poco más probando otras vías, que siempre me queda tiempo de llamar a esta nueva versión de ‘Hell-maus’. Voy a probar con el blog-comercio electrónico colocando un anuncio aquí mismo, porque digo yo, que como lo que más quiero es acabar con esta sed horrible de vivir, pues que quizá a alguien le sobre un botijo lleno de vida que ya no vaya a necesitar.

Cambio alma por un botijo.
Razón aquí.
1-800-thirsty


jueves, marzo 17, 2005

El puntito

El grifo de mi ducha es muy sensible.

No quiero decir que tenga sentimientos, ni que le afecte mi forma de agarrarlo, o lo que escucha en la radio mientras me ducho. Quiero decir que el puñetero necesita una precisión milimétrica para darme la temperatura que a mí me gusta.

A ver si va a ser que realmente es sensible y le gusta que le acaricie, porque ciertamente son caricias a izquierda y derecha lo que hay que darle para que el agua pase de ardiente a heladora. Así que me paso media ducha achicharrándome o congelándome la piel, pasando del morado al rojo y del rojo al morado, hasta encontrar el puntito.

Esta mañana, con el puntito ya encontrado, estaba yo enjabonado y escuchando Kiss FM cuando me ha dado por pensar una de esas tonterías que todos pensamos alguna vez (eso espero, que no sea yo el único que lo hace). Así que cavilaba cuál sería la menos peor forma de morir en una ducha: helado o abrasado.

Como he sido siempre de ciencias y bastante más reflexivo que vehemente, pues me he puesto a calcular el gradiente de temperatura que debería soportar en cada caso. Calculaba que por muy fría que saliera el agua, nunca sería por debajo de cero grados, lo que significaría soportar 37º menos de lo que a mí me gusta. En cambio, puestos a escaldarnos, el agua podría llegar hasta 100º, o sea, 63º más del ideal. Así que la razón me decía que era mejor soportar un gradiente de 37º que otro de 63º. Mejor congelarse.

Luego, al salir de la ducha y mientras me secaba en medio de la tiritona, he cambiado de opinión: estoy harto de morirme de frío.

domingo, marzo 13, 2005

Matando el tiempo

Por fin ha pasado esta tediosa tarde de domingo. Hoy me he dedicado a matar el tiempo.

Se me había ocurrido que cuando el tiempo hubiese notado que iba a matarlo, me pediría clemencia, y se pondría en mis manos, ofreciéndose como mi esclavo a cambio de su vida eterna. Yo, señor del tiempo, deteniéndolo, moviéndome en él, adelante o atrás, repitiendo los momentos en los que todo fue mal para intentarlos de nuevo, y también los inolvidables, como releyendo mi libro preferido, olvidando la tensión de la trama y el final ya conocidos, pero gozando de cada palabra, de cada detalle, una y otra vez.

Pararlo todo, mientras uno descansa. O corre más y gana camino a la vida. Tomar ventaja, para poder gastarla después donde y como quiera. Ver los inevitables trenes pasar, pero sabiendo que podrá hacer de ellos una instantánea movida, difuminándolos sobre el fondo que desee, y eligiendo, por primera vez eligiendo.

Y sin embargo, no es el tiempo lo que cuenta, sino el instante. No es el tiempo el que llena el frasco de la vida, sino la vida llena de momentos la que hace que ésta se desborde, y la ausencia de ellos la que la seca y agrieta. No es la vida ni larga ni corta, sino llena o vacía.

Por fin ha pasado esta tediosa tarde domingo. Hoy me he dedicado a matar el tiempo, y él a matarme a mí. Y es que entre asesinos nos entendemos bien.


viernes, marzo 11, 2005

El C del M

- ¿De dónde eres?
- De España.
- ¿España...? Ah, España... Eso está en México, ¿no?
- No, está en Europa.
- ¡Ah, Europa! Sí, sí... Pero allí se habla mejicano, ¿no?

(California, 2003)


lunes, marzo 07, 2005

Un cuento de otoño en invierno

Decidió huir. No hubo despedida.

Las farolas del parque, las finas gotas de lluvia compañeras de baile, la música del viento, el adúltero banco del fondo, la fuente vieja, los pájaros amigos bebiendo de su agua, el gran padre árbol, y por fin la hermana hierba sobre quien descansar por siempre.

Así terminó la hoja su huida, para nunca más volar.


martes, marzo 01, 2005

Vendetta

No sé perdonar.

‘No tener en cuenta la ofensa o falta que otro ha cometido’. Eso es perdonar. Y yo no sé hacerlo.

No me refiero a esas cuestiones cotidianas que pueden resultar más o menos molestas. Eso ni siquiera las considero ofensas. Me refiero a aquello que realmente nos duele y se clava tan dentro que nos revuelve las entrañas. Cuanto mayor es la ofensa, más difícil el perdón. Ofensa y perdón me resultan inversamente proporcionales, y en el punto de inflexión de esa función, la voluntad de perdón desaparece y aparece la de venganza.

‘Respuesta con una ofensa o daño a otro recibido’. Eso es la venganza. Y eso se me da bien.

A veces me doy miedo, puedo ser cruel. Conozco a las personas, y sé golpear allí donde más duele sin que parezca que lo he hecho. Mantengo mi herida abierta hasta que llegue el momento del resarcimiento. Ante todo intento desquitarme de la mejor forma, y ésta siempre suele ser pareciéndose lo menos posible al enemigo. No hablo de revancha, hablo de vendetta sibilina en toda regla. Esa que debe darse únicamente mientras se te considera derrotado, para que no se confunda con vileza.

El placer de la venganza consumada es intenso, tan infinito como efímero. Me recuerda a un orgasmo prohibido. Enseguida llegan los sentimientos de culpa. La venganza es atrozmente placentera, miel con espinas.

Afortunadamente, he encontrado un camino intermedio que da resultado, tanto para los deseos de venganza, como para el perdón imposible y para los orgasmos prohibidos: el camino del olvido.

sábado, febrero 26, 2005

Marchito

Este año, por primera vez en mi vida, alguien me regaló una rosa por San Valentín.

En la caja que la contenía estaba escrito: 'garantizado por 15 días'.

Yo pensé que se refería a la rosa.


jueves, febrero 24, 2005

Hoy

Ya es hoy.

Qué rápido ha llegado.

Hoy debería ser un día como otros, pero no lo es.

Hoy nos la jugamos, mis principios y yo. Hoy sabré si sólo ellos me acompañan.

Hoy arriesgo todo a cambio de empatar o perder.

Hoy durará hasta mañana.

Y mañana...

sábado, febrero 19, 2005

And the winner is...


Me acaban de nominar al
Oscar

al mejor actor secundario

de la película de tu vida

(... y de la mía.)

miércoles, febrero 16, 2005

Buena suerte, Lady Marian

Hoy hace frío en el bosque. Es una noche desapacible. El viento cimbrea las copas de los árboles y aúlla entre sus ramas. He venido a mi claro. No hay nubes, ni luna, y las estrellas brillan en la oscuridad de la noche.

Enamorarse de las estrellas es de idiotas. Piensas que brillan para ti, que te muestran su belleza, que sus parpadeos son guiños dedicados, que te alumbran los pasos, que te guían, que te acompañan,... y es después cuando te das cuenta de que en realidad, desde su infinita lejanía, ni siquiera se han percatado de tu efímera existencia. Y no importa lo alto que saltes o lo fuerte que grites, sabes que aunque la distancia que te separa de ellas es la misma en uno y otro sentido, nunca te verán. Tú no brillas.

He hecho fuego. No me acostumbro a este frío. Hace ya tanto que pasó el verano... Me gusta mirar al fuego. Atizar las brasas, jugar con las llamas, mirar sus contoneos y responder a sus provocaciones. Y mientras me pierdo en sus formas, me encuentro a mí mismo, recordando cómo llegué aquí.

Vine a este bosque con las primeras lluvias de otoño, y desde entonces soy un proscrito. Huyo de la verdad, y de mi vida. Aquí busco refugio y doy la bienvenida a cuantos como yo necesitan el amparo de unos árboles que acompañan y no preguntan, que protegen y no juzgan, que cobijan y no cuestionan.

Aquí empecé a soñar con mi Lady Marian. Y un buen día la encontré, como a las estrellas. Brillaba como ellas. Más. Y como de las estrellas, también me colgué. Ahora, jugando con este fuego, recuerdo cada momento, todos robados. Es lo que tengo y lo que me queda. Un proscrito sabe que nunca será libre, que no tiene nada, que nada puede ofrecer.

Hoy han llegado noticias al bosque. Lady Marian se ha enamorado. Quienes la han visto me han contado de sus sonrisas y sus palabras. Palabras de enamorada, para un caballero de verdad. Alguien de noble porte y alta alcurnia. Alguien que de verdad la quiere y puede darle cuanto tiene.

Soy feliz por ello. Y el fuego lo nota. Ambos sabemos que ha llegado el momento de ser uno y de aceptar mi transformación. He de acercarme más. Duele más de lo que pensaba, pero no quiero enturbiar el final con gritos, lágrimas o gestos de dolor. Quiero sonreir, y que este momento, en el que dejo de ser un sueño y me convierto en un recuerdo, sea música congelada de una sonrisa.

Ya arde un sueño. Ya es un recuerdo. Ya es totalmente tuyo.

Buena suerte Lady Marian.

domingo, febrero 13, 2005

Escoria

He despertado hace unas horas. No consigo ver nada. No es oscuridad. Es ausencia absoluta de luz. El lugar en el que estoy es húmedo. Frío. Oigo en ocasiones gotas de agua caer y golpear contra el suelo. Las paredes son irregulares, muy inclinadas. Son ásperas, porosas, frágiles. Me recuerdan a la escoria volcánica. El suelo no es firme. Es difícil mantener el equilibrio, me tropiezo a cada paso y temo caer y golpearme con alguno de los afilados salientes.

Hace un momento ya me ha ocurrido. El golpe no ha sido muy fuerte, pero el corte es muy profundo. Me ha rasgado la camisa y el pecho mana bastante sangre.

Oigo el eco de mi respiración. Camino y camino pegado a la pared, midiendo mis pasos, mientras me pregunto dónde estoy. No recuerdo cómo he llegado aquí, pero tampoco recuerdo nada anterior a este lugar.

Sé que me encuentro sólo, sé que estoy perdido, sé que estoy encerrado, sé que estoy herido, y sé que no me queda demasiado tiempo. Aún así, he seguido andando durante todo este tiempo, en la oscuridad, pero ya no puedo andar más. Ya no me quedan fuerzas. Acabo de encontrar enganchado en un saliente de la pared un pedazo de tela. Es de mi camisa. Ya he pasado por aquí antes. No hay salida.

Si al menos supiera dónde estoy.

Si al menos alguien supiera dónde estoy.

lunes, febrero 07, 2005

Something purple

Y cuando uno se olvida de usar recuerdos,
y comienza a construir nuevos,
es que está enamorado...



"...and in her eyes, I saw the stars
and I felt something purple in my heart..."


viernes, febrero 04, 2005

Una caricia

Mi primera caricia fue para tus pies desnudos.

En realidad fue sólo para uno.


En realidad no estaba desnudo.


En realidad ni siquiera lo toqué.


En realidad no era tu cuerpo.

.

martes, febrero 01, 2005

El otro camino

Hoy, yendo a mi trabajo, decidí ir por el otro camino.

Al principio me resultaba extraño, como debe sentirse un autómata al que se le modifica el programa, pero pronto mis músculos agarrotados comenzaban a recuperar la frescura de antaño, girando el volante con presteza y cambiando a marchas olvidadas.

El camino habitual es una cómoda autopista, dos carriles en cada sentido, atascada y aburrida en las horas punta e insípida en resto del día. La costumbre de viajar por ella cada día termino por convencerme de que el camino solo es un medio para llegar a algún lado.

Me olvidé de que yo algún día supe que el camino era el fin en sí mismo.

Y esta mañana, en el desvío, en una arriesgada e imprevista maniobra, tomé otra dirección. Y me fui hacia ella.

La otra carretera, la olvidada, cruza las montañas que llevan desde mi casa a mi trabajo. Esta mañana una fina lluvia obligaba a conducir despacio, deleitándose con cada una de sus curvas, hasta llegar a la cima. A medida que ascendía, iba recordando el lugar, a pesar de que hacía ya años que no transitaba esa vía. Había olvidado el regalo de sentir como iba adaptándome, a derecha e izquierda, siguiendo una ruta diseñada con bastantes dosis de locura. Y una vez arriba, detuve el coche. Bajé y miré a la ciudad, que despertaba. La lluvia empezaba a ser menos fina, y recordé otras lluvias, y cuando me mojaban.

Y lo vi desde arriba, y lo vi claro.
Te quiero, con locura
Y mientras, en la radio...

Si me dices que sí, piénsalo dos veces, puede que te convenga decirme que no.
Si me dices que no puede que te equivoques, yo me daré a la tarea de que me digas que sí.
Si me dices que sí dejaré de soñar y me volveré un idiota,
Mejor dime que no y dame ese sí, como un cuenta gotas.
Dime que no pensando en un sí y déjame lo otro a mí,
Que si se me pone fácil el amor se hace frágil y uno para de soñar.
Dime que no y deja la puerta abierta.
Dime que no y me tendrás pensando todo el día en ti, planeando la estrategia para un sí.
Dime que no y lánzame un sí camuflado, clávame una duda y me quedaré a tu lado.
Si me dices que sí se fugará lo incierto y esa cosquilla en la panza cuando estás por venir.
Si me dices que no seguiré conquistando, descubriéndote cosas que ni tú te conoces.
Dime que no y me tendrás pensando todo el día en ti, planeando la estrategia para un sí.
Dime que no y lánzame un sí camuflado, clávame una duda y me quedaré a tu lado.
Siempre lo fácil me duró tan poco y no lo niego, me divertí.
Pero la soledad me ha vuelto loco, porque el amor nunca ha pasado por aquí.
Dime que no y me tendrás pensando todo el día en ti, planeando la estrategia para un sí.
Dime que no y lánzame un sí camuflado, clávame una duda y me quedaré a tu lado...

sábado, enero 29, 2005

Border

Existe un mágico lugar muy cerca de donde no vivo. Es un lugar pequeño, solo cabe una persona. A lo sumo dos. La brisa golpea la cara de frente y huele a olas y a sal. Hay una barandilla blanca, frontera entre la realidad y la magia. Se exige visado, en forma de abrazo.

Si se está solo, se aprovecha la postura ligeramente reclinada sobre la barandilla, en la que se apoyan los codos y se cruzan los brazos, abrazándose a uno mismo. Si ella está, se apoya únicamente el codo izquierdo sobre la barandilla, se coge con la mano su mano izquierda y se pasa por su espalda el brazo derecho, apretando fuertemente el pecho contra su hombro.

Yo me he acostumbrado a tener ambos codos sobre la barandilla, y a pasar mucho tiempo aquí. Un día me recliné más de lo habitual, y pude ver algo escrito en el otro lado. Algo antiguo, medio borrado por la brisa y la sal, que aún podía leerse:

A ti, azul,

Mar serena, cielo silente

Tierna, altiva

Infinita y constante

Seductora indolente

Audaz, pasiva

Fiel, distante

Luz azul confidente

Inmaterial, viva

Fría, extravagante

Ya me tienes,

Agua inalcanzable

El norte eres, azul

Rojo de ira

Rojo de envidia

te escribo, a ti te escribo in blue

domingo, enero 09, 2005

Seiri Seiton Seiso Seiketsu Shitsuke

Inevitablemente con el nuevo año llegan los buenos propósitos. A falta de poder ordenar su vida, uno se conforma con poner orden en su trastero, como si fuera fácil.

El orden y la limpieza llevan asociada la terrible disyuntiva: 'Vale - No vale'. Dada mi natural tendencia a la conservación de todo aquello que tenga el mínimo valor material o sentimental, me impuse una norma que casi nunca cumplo: 'si llevas más de un año sin utilizarlo es que no lo necesitas'. Después de un vistazo y un rápido cálculo, este año estimé en un 80% de mi trastero lo que debería tirar siguiendo mi autonorma.

Una vez más me la he saltado, y he conseguido salvar de mi ira más de la mitad de mis pertenencias, que duermen seguras al menos hasta el próximo año nuevo. Entre ellas, dos cancioneros. Uno de ellos, el de mis canciones favoritas de adolescencia, el otro el de mis canciones.

Escondidos en el bolso interior de la funda de la gibson que alegró mis años mozos, habían conseguido eludirme ya bastantes añosnuevos. Los pobrecitos, temerosos de terminar reciclados en factura, multa o papel de cocina, no sabían que ellos pertenecen a ese selecto grupo de pertenencias, llamadas recuerdos, que por poco uso que se les dé, nunca se tiran hasta que no se olvidan. Y no se olvidan hasta que definitivamente dejan de recordarse.

De la página 7, de 'mis canciones'.
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PARAISO PERDIDO
En las cascadas más limpias
allá donde brilla el agua
donde cada amanecer
parece romperse el alba.

Allá donde las gaviotas
dejan de mover sus alas
donde no crece la hierba
al sonar de una guadaña.

Es el paraíso perdido
que tú has creado en mi alma
un paraíso que destroza
esta tormentosa calma.

No te vayas de mi lado
quisiera verte mañana
quiero que cuando despierte
amanezcas en mi cama.

De la página 24, de 'mis favoritas'.
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HOY
Hoy hace un buen día para hablar de nada
para sentrarse solo en una cama
y entretenerse en cualquier cosa.

Hoy, las horas pasan como distraídas
como con miedos y con poca prisa
matando ratos sin quererlo.

Hoy, no queda nada solo esa mirada
solo ese reflejo que es acero inoxidable
dentro de los sentimientos.

Ves que poco a poco va pasando el tiempo
va dejando canas que llenan mi cabeza
y mi cerebro sin remedio.

Tic tictac tictac suena un reloj
mi habitación parece otra
y fíjate que es la de ayer.
Tic tictac tictac suena un reloj
mi habitación parece otra
y fíjate que es la de ayer.

Hoy, la lluvia pega contra el pavimento
la gente corre y entra en los portales
y yo me rio entre visillos.

Hoy, la tierra huele como diferente
serán las gotas de agua o el ambiente
que nos envuelve hace ya tiempo.

Hoy, no queda nada solo esa mirada
solo ese reflejo que es acero inoxidable
dentro de los sentimientos.

Ves que poco a poco va pasando el tiempo
va dejando canas que llenan mi cabeza
y mi cerebro sin remedio.

domingo, enero 02, 2005

Queridos Reyes Magos:

No voy a engañaros. Hace mucho que perdí la fe en todo, incluso en mí mismo. Ya ni os cuento en vosotros ni en aquel a quien adoráis. Defiendo y creo en su mensaje y sus valores, pero no creo en angelotes de alas blancas, demonios con cuernos y rabo, edenes, adanes, evas ni serpientes, resurrecciones, juicios finales, ascensiones, milagros ni apariciones, espíritus inseminadores con forma de paloma, infalibilidades ni omnipresencias.

Primero fue la ciencia y la tecnología lo que me hizo dudar de vuestra existencia. Aunque no fue eso lo que me convenció, sino el desencanto y la desilusión. Y no tiene nada que ver con el hecho de que me hayáis defraudado el que yo sea profundamente republicano y no crea en la monarquía. Y es que, Reyes, lo que se da no se quita, Santa Rita Rita. Pero claro, tampoco creo en los santos.

Así que hoy, quiero enviaros la primera carta en mucho tiempo. Y con ella quiero pediros, mejor, exigiros, que devolváis aquello que habéis robado, ya sea por acción u omisión. No es una prueba lo que os pongo. No estoy hablando de 'dadme esto y creeré en vosotros'; estoy apelando a vuestra dignidad real, a vuestra magia, o al poder absoluto de vuestros contactos divinos.

No os pediré que os llevéis el llanto y la desolación, pero devolved al menos la calma a las aguas y a las tierras, y dadnos otras muestras de vuestro poder que no supongan miles de muertos en ningún lugar del mundo, ni siquiera aquellas tierras en las que los infieles adoran a otros magos y a otros dioses.

No os pediré que devolváis los niños a sus padres ni los muertos a sus familias, pero devolved al menos el juicio y la buena fe a todos los terroristas, a los que segaron la vida a tantos niños en Rusia, a los que convirtieron los trenes en ataúdes en Madrid, a Bush, a Sharon y a sus secuaces.

No os pediré que nos deis líderes honestos, pero devolvednos al menos la lucidez para elegirlos.

Tampoco os pediré que devolváis la paz a las familias en las que la ira de una media naranja emponzoñada acabó con la otra, pero devolved al menos la cordura y la sensatez a quienes la provocan y el sosiego a quienes la sufren.

No os pediré que devolváis de las aguas a quienes hicisteis naufragar en la esperanza de una tierra prometida, pero devolved al menos la honra y la decencia a las muertes que tienen número en vez de nombre.

Y pecando de egoísmo, ya que al fin y al cabo se trata de mi carta, no os pediré que vuelvan mis años felices, pero devolvedme al menos:

la mirada escondida, la primera vez que la vi
el calor de su cuerpo, sentada junto a mí
el sabor de su boca, de aquel primer abril
el olor de su pelo, y su forma de reír
el hambre y la locura, de aquella fuga a París
la pasión de las noches, sin tiempo de dormir
el color de su mirada, cuando me dijo sí
los sueños compartidos, la alegría de vivir

Si os resulta demasiado, podéis esperar a las rebajas y dejarme una puta corbata.