domingo, febrero 13, 2005

Escoria

He despertado hace unas horas. No consigo ver nada. No es oscuridad. Es ausencia absoluta de luz. El lugar en el que estoy es húmedo. Frío. Oigo en ocasiones gotas de agua caer y golpear contra el suelo. Las paredes son irregulares, muy inclinadas. Son ásperas, porosas, frágiles. Me recuerdan a la escoria volcánica. El suelo no es firme. Es difícil mantener el equilibrio, me tropiezo a cada paso y temo caer y golpearme con alguno de los afilados salientes.

Hace un momento ya me ha ocurrido. El golpe no ha sido muy fuerte, pero el corte es muy profundo. Me ha rasgado la camisa y el pecho mana bastante sangre.

Oigo el eco de mi respiración. Camino y camino pegado a la pared, midiendo mis pasos, mientras me pregunto dónde estoy. No recuerdo cómo he llegado aquí, pero tampoco recuerdo nada anterior a este lugar.

Sé que me encuentro sólo, sé que estoy perdido, sé que estoy encerrado, sé que estoy herido, y sé que no me queda demasiado tiempo. Aún así, he seguido andando durante todo este tiempo, en la oscuridad, pero ya no puedo andar más. Ya no me quedan fuerzas. Acabo de encontrar enganchado en un saliente de la pared un pedazo de tela. Es de mi camisa. Ya he pasado por aquí antes. No hay salida.

Si al menos supiera dónde estoy.

Si al menos alguien supiera dónde estoy.

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